¿Insitir, persistir y no desistir?

Businessman in his office with pilot hat

Quizás porque no éramos conscientes, quizás porque simplemente lo olvidamos; pueden haber múltiples explicaciones para que en la actual etapa de nuestras vidas, hayamos dejado de darle importancia a la persistencia positiva que marcó nuestros primeros años de vida o incluso, peor aún, con el paso del tiempo la hayamos confundido con porfía.

Un antiguo proverbio chino dice “Si te caes siete veces, levantate ocho”, en efecto, si de niños no hubiésemos insistido, persistido y no desistido, poniéndonos de pie después de cada tropiezo, no habríamos aprendido a caminar y, aunque no logremos recordarlo, ese proceso, como otros tantos de nuestra primera infancia, requirieron más que nunca de nuestra persistencia y resiliencia, para adquirir las mínimas habilidades para la vida y la supervivencia, demostrando el enorme poder que cada uno de nosotros posee.

En la vida adulta, cada una de nuestras actuaciones requiere de mayor revisión en su implementación y por eso, con el paso del tiempo ganamos pericia, se nos repite permanentemente que “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”, haciendo alusión a que la experiencia llega con el tiempo; en consecuencia, experiencia es el nombre que le damos a nuestra colección de equivocaciones y desaciertos, siempre y cuando estos hayan sido vistos como una opción de mejora y aprendizaje y no simplemente como una situación más de la vida, la cual en muchas ocasiones, nos empeñamos en justificar desde el famoso “era que no me convenía”. El buen juicio viene de la experiencia, y la experiencia en muchas ocasiones viene de malos juicios, no obstante, cada traspié de la vida adulta debería de llevarnos indefectiblemente a reflexionar acerca de lo que hemos hecho y dejado de hacer, considerando nuevas formas de abordaje, la necesidad de realizar ajustes e incluso, modificar el rumbo.

A muchos nos gusta vernos y sentirnos percibidos como personas tenaces, que insisten, persisten y no desisten, ya que en principio esa fue una enseñanza reiterada de nuestros padres y educadores, y ahora no sólo suena bien a nuestros propios oidos, la sociedad se ha encargado de darle fuerza al hecho de ser pertinaces y de perpetuar el concepto de que equivocarse es malo. Premia la sociedad, a aquel que defiende sus ideales y principios sin descanso, aún cuando sabe y peor aún, cuando no lo sabe, que podría estar equivocado y por tanto, sus resultados igual. Nuestra consciencia y una de sus manifestaciones, nuestra propia personalidad, en ocasiones confunden la persistencia con terquedad, insistiendo en mantener comportamientos disfuncionales que nos conducen una y otra vez a resultados no deseados, la testarudez es inflexible e irracional; el terco contradice y se defiende; el persistente revisa, escucha y corrige, por eso mismo, no es funcional persisitir y no desistir tercamente, cuando seguimos obteniendo resultados no deseados en nuestras vidas.

Cuando se trata de alcanzar metas personales, laborales o de otra índole, hay una enorme diferencia entre la tesón y la terquedad, no siempre insistir, persistir y no desistir, es funcional, ni la mejor opción. El marco de referencia de la persona persistente le impulsa a alcanzar un objetivo final, el cuál en la aproximación al mismo, es cotejado y reformado de ser necesario, es decir, quien persiste siempre está abierto al aprendizaje. La obstinación, es rígida y no acepta cuestionamiento; con la persistencia obstinada, tenemos la misma meta que con la persistencia positiva, aunque, no somos abiertos a la revisión y el ajuste. No estamos interesados en el aprendizaje, sino, en demostrar que nuestra posición es la correcta.

Entonces, ¿Hay que persistir siempre y nunca darse por vencidos? La respuesta es no. A veces, parar y el revisar el rumbo, es notoriamente la mejor opción, especialmente, cuando el objetivo pierde el sentido inicial que lo generó, en vez de redoblar esfuerzos y buscar conseguirlo a pesar de los costos personales que esto acarrea, entre otros la frustración y el fracaso continuado. La persistencia implica flexibilidad y creatividad para buscar nuevos caminos y formas de actuación más funcionales, mientras que la terquedad, se aferra con firmeza a lo que se ha hecho hasta el momento, y lo valida desde una creencia arraigada “Mejor malo conocido, que bueno por conocer” o “el buen capitan, se hunde con su barco”.

La resiliencia, es entonces, la capacidad que nos permite entender que, a pesar de no haber alcanzado la meta, podemos salir fortalecidos de la experiencia y crecer tanto cognitiva como emocionalmente. Crecemos como personas cuando empezamos a entender que no somos únicamente lo que logramos, sino ademas, lo que somos capaces de superar con éxito y aceptamos que el fracaso y la revisión, hacen parte de nuestro avance. Pocas veces a los niños se les habla de resiliencia – una palabra que a muchos sueña extraña y desconocida –  cuando esta capacidad es un salvavidas emocional que nos puede catapultar a logros antes insospechados para cada uno de nosotros.

Siendo así ¿cómo saber cuándo se debe hacer un alto en el camino, para volver a iniciar?

  1. Cuando sienta que a pesar de múltiples e ingentes esfuerzos, no alcanza la meta esperada,
  2. Cuando con mayor frecuencia, termina incurso en discusiones estériles que sólo buscan probar su punto de vista,
  3. Cuando habiendo revisado el plan trazado, encuentra que los resultados se han alcanzado y su condición no ha cambiado para bien.

No siempre insistir, persistir y no desistir, será funcional y adecuado, la terquedad no es persistencia, es anquilosamiento y pérdida de mejores oportunidades. Dese el lance de revisar el rumbo de su vida, hable con alguien de confianza que le escuche y facilite el encontrar nuevas opciones de actuación, existen profesionales que le pueden ayudar a reorientar su vida.

Y usted ¿En que cosas de su vida está insistiendo, persistiendo y no desistiendo a pesar de no ser funcionales?

 

Leonardo Gutiérrez Giraldo
Speaker, Trainer, Máster Coach, Máster en PNL – IANLP
Consultor Internacional certificado por la Universidad
del Rosario y BVQI
Dinámica Consultoría Empresarial
leonardo@dinamicace.com 
@leogcoach

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