Por: Leonardo Gutiérrez Giraldo – Coach y consultor internacional
“Yo sé que usted cree entender lo que cree que dije, pero no estoy seguro de que comprenda que lo que oyó no es lo que yo quería decir” Robert McCloskey en el pentágono durante un informe sobre la guerra del Vietnam
En nuestra labor diaria en Dinámica Consultoría Empresarial, encontramos de manera permanente, la solicitud por parte de los directivos y empresarios, de proponer soluciones a dificultades que ellos han identificado al interior de sus equipos, soluciones que responden a diversas áreas como liderazgo, trabajo en equipo, negociación o resolución de conflictos, incluso problemas de producción y comercialización, por hacer una lista corta, que afectan el normal desempeño de sus organizaciones. De igual modo, hemos también encontrado de forma reiterada que los supuestos problemas diagnosticados al interior de las organizaciones no son otra cosa que simples síntomas de problemas más profundos y arraigados.
Tendemos a confundir los efectos con las causas y, de manera errada, pretendemos solucionar las dificultades trabajando sobre los efectos, con lo que obtenemos paliativos temporales que al final dejan al descubierto el problema inicial ahora con mayor impacto.
En nuestra cultura algunas frases han hecho carrera y hacen ya parte de nuestro argot popular; frases como “En esta casa uno habla y parece que hablara con las paredes” o “Por un oído les entra y por otro les sale” son comunes en los hogares y ahora, también se encuentran en boca de muchos empresarios y directivos que se quejan de la falta de atención y comprensión de sus colaboradores a la hora de recibir instrucciones laborales.
Si bien es cierto las causas de las dificultades generadas al interior de los equipos de trabajo son de diversa índole, también es cierto que una enorme proporción de estos corresponde a una sola área de las interacciones humanas, la comunicación. Las empresas son, antes que nada, espacios de conversación, en los que seres humanos buscan ponerse de acuerdo, compartir ideas y pensamientos e influenciar a otros para lograr objetivos comunes, en contraste con lo anterior, pocas veces en las organizaciones se promueven y respetan espacios de conversación estructurada, porque el día a día no lo permite, lo que lleva a la descoordinación, el error y todavía más la búsqueda de culpables o explicaciones. En el peor de los casos, cada vez encontramos con mayor frecuencia que la comunicación ha sido relevada por la información que, si bien traslada datos, no logra acuerdos y coordinación.
Es paradójico que una de las cualidades que hacen al ser humano tan distinto de los demás seres vivos, sea al mismo tiempo el generador de tantas e incontables dificultades, básicamente porque no logramos comunicarnos de manera efectiva, ya que pocas veces le prestamos atención a esta habilidad y porque nadie nos ha preparado para ello, asumiendo que es una habilidad innata y, por lo tanto, se da por descontada; Virginia Satir compara sabiamente a la comunicación con una sombrilla que abarca y afecta ampliamente las diferentes instancias de nuestra vida, donde claro está, se incluye el ámbito laboral.
La comunicación encierra en sí misma poder, ya que a través de ella logramos que otros nos entiendan, modificamos sus pensamientos y conductas, y nos permite algo de lo que carecen otras especies, generar memoria de nuestros acontecimientos. Por el mal desempeño nuestro en esta área, en muchas ocasiones, nuestro interlocutor entiende o asume algo diferente a lo inicialmente planteado por nosotros y aparecen los efectos que nos confunden, haciéndonos creer que se trata de falta de liderazgo, trabajo en equipo, concentración, etc. La comunicación deriva su nombre de la expresión latina “communis” cuyo significado es común o compartido, así que comunicarse implica poner en común, hacer que mi idea esté en la mente del otro.
Para poner en común una idea debemos partir del hecho que cuando nos comunicamos transformamos nuestros pensamientos en palabras, es decir, todos tenemos una estructura profunda – nuestros pensamientos – y una estructura superficial – el lenguaje -, el gran inconveniente es que una y otra no siempre van de la mano, de allí surge la famosa expresión “No encuentro palabras para expresar lo que siento”, si nuestras palabras carecen de sentido, la comunicación perderá contexto y, a causa de ello, los resultados obtenidos no serán los esperados. En medio del reto para transformar nuestros pensamientos en palabras, los seres humanos eliminamos, generalizamos y distorsionamos de múltiples formas nuestros pensamientos, por eso los abuelos repetían “Dice una cosa y hace otra…” haciendo una clara alusión a que nuestras palabras no siempre reflejan nuestros pensamientos y viceversa.
La comunicación efectiva será entonces aquella que haga que lo que está presente en mi mente como un pensamiento o idea, llegue a la mente de mi interlocutor con el mínimo de distorsión y de esta manera, garantice que los objetivos buscados se den.
Resolver problemas al interior de las organizaciones tiene un amplio componente de comunicación, solo cuando logremos que lo que decimos, sea exactamente lo que queríamos decir, y adicionalmente logre los resultados que esperábamos, podremos decir que las relaciones laborales van por buen camino. Para esto es importante que las empresas revisen que canales de comunicación formal e informal tienen establecidos y la forma en que sus miembros se comunican, partiendo de la máxima “la calidad de la comunicación, es el resultado que obtenemos” y que, por supuesto, se establezcan espacios dedicados a promover la conversación y la puesta en común de ideas.
¿Es su empresa, una empresa en la que se promueve la comunicación o sólo la información?
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Leonardo Gutiérrez Giraldo
Speaker, Trainer, Máster Coach, Máster en PNL – IANLP
Consultor Internacional certificado por la Universidad
del Rosario y BVQI
Dinámica Consultoría Empresarial
leonardo@dinamicace.com
@leogcoach